
Esta es una anécdota muy conocida y que amí, particularmente, me encanta ya que admiro a las personas con dominio de sus impulsos primarios.
Paseaba cierto día por la madrileña calle de Alcalá, Don Jacinto Benavente dramaturgo español, Premio Nobel en 1922, cuando se le plantó delante un tipo chulesco que le increpó:
¡Yo no dejo pasar a los maricones!
Don Jacinto, sin inmutarse, le contestó:
Pués yo si, pase usted.
Se cuenta que el fantoche se desinfló ante la serenidad y firmeza del escritor