


Se lo dedico a mi amiga blogera, Mª Jesús, para que tome alguna que otra tacita y se recupere pronto.
Con la llegada de los conquistadores españoles al “Nuevo Mundo” nos llegaron muchos productos desconocidos hasta entonces en la vieja Europa, tales como la patata, tubérculo que nos costó aprender a consumir y que hoy es imprescindible en nuestra dieta, el tomate que tanto apreciamos, el chocolate y tantas otras sustancias que consideramos como propias, de siempre, de nuestro régimen alimenticio.
Se dice que el emperador azteca Moctezuma comía todos los días pescados frescos traídos de Veracruz, acarreado a pie por los esclavos, conforme a un sistema de relevos similar al de los “chaquis” peruanos, quienes, también según se decía, recorrían enormes distancias para que en la mesa del Inca no faltaran productos frescos del mar.
En aquella época, durante sus numerosas fiestas y eventos deportivos, o ritos de iniciación religiosa, comían carnes de pavos, palomas, iguanas y perros aztecas (una raza que se criaba en corrales). Cocinaban sus carnes a la brasa y muy sazonadas con sal y chiles. Por la mañana todos los hombres, servidos por sus mujeres, tomaban chocolate caliente con un trozo de chile. Durante el resto del día lo bebían frío. Los hombres llegaban del campo a primeras horas de la tarde y efectuaban su comida principal a base de tortillas de maíz, frijoles y chocolate. Tenían por costumbre lavarse las manos y la boca después de comer y tomar un baño diario que llamaban temascal. Esos hábitos de higiene no estaban por entonces muy difundidos en la cultura europea.
Si bien se dice que Hernán Cortés estuvo entre los primeros europeos que probaron el chocolate. Cristóbal Colón conoció antes el cacao, aunque no le prestó la debida atención. Se cuenta que el Almirante genovés, en 1502, durante su cuarto viaje al Nuevo Mundo, encontró cerca de la Isla de los Pinos una embarcación indígena de 25 remos, la más grande que había visto hasta entonces. Según la misma crónica se trataba de una nave maya, desde la que transbordaron a las carabelas de Colón telas, objetos de cobres y unas semillas que se utilizaban tanto para hacer una bebida, como monedas de cambio.
Debido a su valor religioso, los mayas preparaban brebajes de cacao para sacrificios y ritos iniciativos. Así la gran fiesta del cacao, dedicada al dios Chac, o Tlaloc, dios de la lluvia, se celebraba en los cacaoteros. Después de los sacrificios tomaban tchocolath - vino de cacao-, obteniendo una bebida fría, espumante, embriagadora de la cual estaba prohibidísimo beber más de tres jarras. También bebían chorote, una mezcla hecha con cacao, maíz y agua de lluvia.
Sobre el carácter afrodisíaco del chocolate, se creía que tenía poderes y que daba fuerza y vigor sobre quienes lo bebían; ya que estaba constituida por una mezcla de vino o puré fermentado, con el agregado de especias, pimentón y pimienta. Para ese entonces esta bebida era bastante amarga, pero al parecer muy enriquecedora en el campo del amor.
Bernal Díaz del Castillo cuenta en su historia verdadera de la Nueva España que durante un banquete que Moctezuma ofrecía a Hernán Cortés, el emperador azteca, a pesar de tener grandes variedades de las más selectas frutas, no comía sino muy pocas de cuando en cuando. Su preferencia era la infusión tan conocida por todos en aquel entonces, cierta bebida hecha con el mismo cacao servida en copas de oro fino. En esa ocasión traían cincuenta jarros grandes, hechos con buen cacao, con su espuma, y de aquello bebía. Decían que era para tener suficiente vigor para “cumplir” con sus mujeres.
Como el dólar, la peseta y la lira tienen un valor económico, en otras geografías y culturas, la sal y el cacao también sirvieron como monedas debido a su valor religioso.
Los comerciantes indígenas llevaban en su hotem –bolsa de cuero enlazada al cuerpo-, semillas de cacao que tenían un valor de moneda legal. Por ejemplo, en aquella época se podía comprar un conejo por ocho semillas de cacao.
Los primeros granos de cacao llegaron a España, por intermedio de un cura llamado Aguilar, junto con la receta para hacer chocolate. Al monasterio de Zaragoza, llegaron las primeras semillas. Por lo que fue posible fabricar por primera vez el chocolate en tierra europea.
En 1522, el franciscano Olmedo, según cuentan algunos historiadores, tuvo a cargo el primer envío de chocolate al Viejo Mundo. Francesco Carletti, quien había viajado por América, introdujo en Italia el chocolate en el año 1606. Las cafeterías existentes de Florencia y Venecia se encargaron de difundirlo. La aceptación del chocolate quedó manifestada por el propio Cardenal Richelieu, quien se convirtió en un verdadero adicto.
En 1679 el chocolate llega a Alemania. La producción de chocolate entra en su etapa industrial, gracias al adelanto tecnológico Germano. Sin embargo, no fueron los alemanes quienes lo desarrollaron, sino los suizos, los ingleses y los belgas.
El jurista y gastrónomo galo Anthelme Brillat-Savarin, escribió: “Si un hombre ha bebido con exceso de las fuentes del placer, si le ha robado horas al sueño trabajando demasiado, si su espíritu ya está cansado, si siente el aire húmedo, las horas lentas y la atmósfera demasiado pesada como para aguantarla; si está obsesionado con una idea fija que le quita la libertad de pensar; si es una de estas desgraciadas criaturas, digámosle que se tome una buena taza de chocolate perfumado, y le ocurrirán maravillas”.