jueves, 28 de octubre de 2010

CURIOSIDADES: Agustín Argüelles



Desde hace algún tiempo, con bastante frecuencia, oímos hablar del bicentenario de la primera Constitución, conocida como “La Pepa”. Salen nombres de personajes que influyeron en gran manera a que todos estos actos estén a punto de celebrarse al tiempo que hicieron cambiar los acontecimientos de esa primera mitad de siglo. Leyendo la prensa de uno de estos días, saltó un nombre que me llamó la atención. Me puse a buscar y encontré cosas muy interesantes sobre este personaje y que intento resumir, espero que lo más afortunadamente posible.
Agustín Argüelles Álvarez, nació en Ribadesella en 1776 y murió en la madrugada del 26 al 27 de marzo de 1844 en Madrid. Fue una de las más grandes personalidades de la política española en la primera mitad del siglo XIX, contribuyendo a dignificarla. Argüelles fue apodado” el Arístides” y “el Divino” por su «voz sonora, grandes dotes de improvisación, gran facilidad de palabra y variedad de conocimientos» (Javier Rodríguez Muñoz, historiador).
Segundón en una familia hidalga, estudió en la Universidad de Oviedo, donde se graduó en Cánones y Leyes. Su primer empleo fue el de secretario del obispo de Barcelona, el gijonés Pedro Díaz Valdés (1798), ocupación que dejó en 1800 para pasar a Madrid, donde primero consiguió una plaza en la Secretaría de Interpretación de Lenguas, y en 1805 la más lucrativa de oficial de la Convalidación de Vales Reales, cargo que le permitió entrar en contacto con el mundo político y diplomático. Se une a los patriotas en Sevilla, y se le nombra secretario de la Junta organizada para preparar la reunión de Cortes Constituyentes, presidida por Jovellanos, iniciando así una de las carreras políticas más brillantes de la primera mitad del XIX. Elegido diputado suplente por Asturias para las Cortes de Cádiz, defendió sus ideas liberales. Redactó y leyó ante las Cortes el Discurso preliminar del proyecto de Constitución, donde se defendía su elaboración y los principios políticos inspiradores de la misma. Tuvo un destacado protagonismo en la aprobación de la Constitución de 1812. Defendió con brillantez la libertad de imprenta, la supresión del Santo Oficio, la abolición del tormento, los señoríos y la esclavitud.
Pero finaliza la guerra de la Independencia y vuelve al trono el absolutista Fernando VII, quien le condenó a ocho años de prisión (15 de diciembre de 1814) por liberal, cumpliendo éste condena durante seis años en Ceuta y Alcudia (Mallorca).
La revolución de 1820 lo puso en libertad y lo elevó al cargo de Ministro de la Gobernación cargo que comportaba la presidencia del Gobierno en un gabinete llamado de «los presidiarios». A los tres meses de estar en el cargo, Argüelles es nombrado académico honorario de la Historia. En 1821, sin haberse cumplido el año de su llegada, Argüelles dimite, después de que Fernando VII, en el discurso del trono con motivo de la apertura de las Cortes, se queja de sus ministros liberales.
Tras sentirse desautorizado por el monarca, se retira de modo temporal a descansar en su región natal, Asturias. Vuelve a la escena política en 1822 como diputado por Oviedo para las Cortes, con planteamientos moderados. Sin embargo, cuando el ejército francés mandado por el duque de Angulema (los Cien Mil Hijos de San Luis) invade España en 1823 para devolver a Fernando VII sus poderes absolutos y derribar el orden constitucional vigente, Argüelles se suma al acuerdo radical de las Cortes (sesión de 11 de junio de 1823), a propuesta de Alcalá Galiano, de declarar incapaz al rey y nombrar una regencia. Al concluir la guerra con la victoria de las fuerzas invasoras francesas y la reacción, Argüelles tuvo que huir a Inglaterra, donde permaneció durante una larga década. Regresó a España tras la muerte de Fernando VII (1833), en 1834, gracias a la amnistía concedida por la reina María Cristina. Se pensó en él como candidato a la Regencia, que al fin se le confió a Espartero. Ese mismo año es elegido procurador por Asturias, militando en la facción más radical. Tomó parte activa en la política y participó en la redacción de la Constitución española de 1837, siendo elegido diputado en todas las legislaturas, salvo un pequeño paréntesis en 1843. En abril de 1841 fue nombrado presidente del Congreso, y entre 1841 y 1843 tutor de la reina Isabel II y de su hermana, ambas menores de edad, por decisión de las Cortes.
Desempeñó este cometido con singular honradez, sin percibir la remuneración fijada. Murió pobre igual que había vivido