jueves, 17 de marzo de 2011

Curiosidades: LA HISTORIA DEL CAFÉ



“Un café con leche sin nada es como un mar sin rocas,
la triste inmensidad solitaria”.
Fernando Rey (en Cielo Negro).



El origen del café es tan dudoso como el misterio que ha acompañado durante siglos a esta bebida. Desde bien temprano, esta planta, transmutada luego en bebida, parecía estar destinada a servir de unión entre lo humano y lo filosófico. Además el café tiene derivaciones que entroncan a esta bebida con las guerras y la religión.
Según los historiadores, los primeros cafetos se descubrieron en Abisinia, en la región de Kaffa, (Etiopía) de donde se cree que viene el nombre de la bebida
El primer argumento legendario sobre el origen del café tiene que ver con un pastor llamado Kaldi que vivía en Etiopía. Un día, mientras sus cabras se encontraban pastando, se dio cuenta de que estaban algo alteradas. Al parecer este nerviosismo se encontraba en la ingestión por parte del ganado de los frutos de un árbol. Alarmado el joven pastor comunicó este hecho a unos monjes que residían en un monasterio cercano. Éstos, curiosos, probaron los granos y observaron que podían permanecer mucho tiempo despiertos, estupenda noticia para quienes debían permanecer toda la noche despiertos en oración.
Así pues, decidieron cocinar las ramas y los frutos de aquel extraño árbol y consiguieron una bebida de la cual se deriva el café. Casi desde el día de su descubrimiento el café ha estado emparentado con la religión, pues se utilizaba con finalidad de oración y plegaria.
Hay otra leyenda que relaciona esta bebida negra con el profeta Mahoma.
Según cuentan, éste se encontraba sumido en una profunda depresión cuando Alá le ofreció por mediación del arcángel San Gabriel una planta del jardín celestial para aliviar su crisis. Mahoma preparó una infusión con la planta y al beberla recobró el ánimo.
El café estuvo cercano a provocar algunos incidentes de contenido religioso, debido a que los fieles musulmanes preferían las cafeterías a las mezquitas. Amurates III, al observar esta situación, llegó a prohibir el tomar café en lugares públicos.
En Constantinopla, la afición al café llegó a tales extremos que los imanes se quejaban de lo desiertas que estaban las mezquitas mientras los salones de café estaban a rebosar.
Hay quienes opinan que el auge del café entre los musulmanes se debe a la prohibición de ingerir bebidas alcohólicas, de esa forma el café se le llegó a conocer por “vino del Islam”.
En el bando de enfrente, el de los cristianos, existía un gran problema: el café era un líquido exquisito pero provenía de los infieles, motivo más que suficiente para que algunos se preguntaran ¿es pecado tomar café, una bebida procedente de los sarracenos? Esta cuestión fue despachada por parte del Papa ClementeVIII, devoto cafetero: tomó una taza delante de la curia para demostrar que, pese a provenir del infiel, se trataba de una bebida que no perjudicaba ni en lo físico ni en lo espiritual. Al parecer afirmó:”esta bebida es tan deliciosa que sería un pecado dejarla solamente para los infieles. Venzamos a Satanás dándole nuestra bendición y haciéndola verdaderamente cristiana”. Y se acabaron las discusiones. Esa parece ser la causa por la que se otorgó a una modalidad de servir el café el nombre de “capuchino”, porque un monje de esta congregación lo bautizó así, sobre 1600, para que pudiera ser consumido por los buenos cristianos.