domingo, 23 de enero de 2011

Otras cosillas: DOÑA MARÍA




¿EVOCACIÓN? ¿NOSTALGIA?

No se porqué razón hay ocasiones en las que surgen los recuerdos de la niñez con verdadera fluidez y claridad. No quiero pararme a pensar cual será la causa ya que a lo mejor descubriría que me estoy haciendo mayor o no porque esto me ocurre desde hace mucho; no se si alguno sentirá lo mismo que yo. Pues bien: recuerdo a muchas de esas personas con las que nos cruzamos a través de los años y me doy cuenta de cómo unas te hacen mucho bien y en cambio otras te han estropeado ilusiones, sueños, proyectos e incluso te han cambiado la alegría que habitualmente solía ser tu abanderado.
De mis primeros años de escolarización guardo pocos recuerdos, imagino que como no estábamos mucho tiempo en un mismo sitio, debido al trabajo de mi padre, no he almacenado vivencias importantes. Sí guardo con mucho cariño mi escolarización en el Grupo Escolar Don José Esquerdo. “MAESTRA” entrecomillada y mayúscula que eso fue para mí, una gran señora y una excelente maestra.
La recuerdo siempre vestida de negro, con aquel gran velo que le llegaba casi por las caderas, gordita, pelo blanco y con esa cara tan blanca y suave que parecía de cera.
Era viuda, su marido murió en plena guerra civil, había sido capitán de la Marina Mercante. Tenía dos hijos, el mayor estudió Náutica y el chico Medicina. Me imagino los apuros que pasaría en aquella época para sacarlos adelante. No le recuerdo un mal gesto a pesar de las circunstancias que le rodeaban. Era atenta, cariñosa pero a la vez exigente con su trabajo y el nuestro. Con ella aprendí tantas cosas, muchas de ellas de las que no se encuentran en los libros. Era metódica, nada más entrar en clase se quitaba aquel manto negro y cuidadosamente lo doblaba dejándolo sobre una sillita colocada detrás de su mesa.
El orden y la presentación de los trabajos eran lo primero, podías hacer el mejor trabajo del mundo que como su presentación no fuera buena te lo mandaba hacer una y otra vez hasta que quedara impoluto.
Sentía gran gusto por la lectura además tenía un arte especial para transmitirte ese gusto. Con ella estuve durante tres años, después hice ingreso de Bachillerato y cambiamos otra vez de ciudad. Siempre que volvía al pueblo procuraba ir a verla y contarle mis adelantos en los estudios, no imaginé que con el tiempo llegaría a tenerla como modelo ya que nunca pensé que estudiaría Magisterio.
Después de cuarenta años trabajando… con que uno de mis alumnos me recordara con el cariño con el que yo recuerdo a Doña María, ya me consideraría recompensada y con “la misión cumplida”.

domingo, 9 de enero de 2011

"Curiosidades": Salvarse por los pelos



Salvarse por los pelos
¿Sabías por qué SALVARSE POR LOS PELOS es librarse de un peligro inmediato y mortal en el último momento por un golpe de suerte?
El desempeñar el oficio de marinero no ha supuesto siempre que tal profesional supiera nadar. Es más, en siglos anteriores era bastante común que los hombres de mar supiesen apenas mantenerse a flote, pues el saber nadar no era una condición exigida para el enrolamiento.
Si un marinero caía al mar, sus compañeros intentaban izarlo a bordo lo más rápido posible para evitar el ahogamiento y, para ello lo asían de donde buenamente podían, no siendo nada raro que se asieran por los cabellos.De ahí que era normal que los marineros llevaran el pelo largo.
Así que, cuando en 1809 se dictó una orden por la que los marineros de la Marina estaban obligados a cortarse el pelo, en aras de la uniformidad o la higiene, se alzaron voces de protesta contra tal medida, esgrimiendo el razonamiento de que el pelo largo era útil pues eran muchos los marineros que habían salvado la vida al asirles sus compañeros por los pelos.
Una de estas quejas está recogida en una carta conservada en los archivos de la Marina, y que los artilleros de Marina Manuel Calderón y Manuel Morales dirigieron al rey José I: “Que siendo todo su estar en la mar embarcados y a cada instante vense en el eminente riesgo de poderse ahogar; y no teniendo el pelo por dónde comúnmente se favorecen asiéndose de él;… …Pues no es costumbre a los Marineros por la expuesta causa se les haya nunca cortado el pelo; y que les pueda servir de engancho o agarradero en caso de peligrar en su destino en la mar…”
Una Real Orden expedida en el mismo año derogó la medida de la obligatoriedad de cortarse el pelo.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

NAVIDAD




A toda la familia bloggera sean creyentes o no, españoles o no, a todos todos os deseo que en estas fechas el AMOR sea capaz de cubrir todos los vacios que durante el año nos han dejado entrar el frío de la soledad, la indiferencia y el sufrimiento y que nos han hecho sentir tan mal. Que la PAZ, SALUD, SUERTE Y FELICIDAD nos acompañen. Con todo mi cariño

domingo, 28 de noviembre de 2010

CURIOSIDADES: La cocina bizantina







Según nos cuenta la historia, los bizantinos tenían unas costumbres muy refinadas. Ellos no comían, como los romanos, tumbados en divanes. A ellos se deben muchas de las modificaciones que han llegado hasta nuestros días: por ejemplo, el uso del tenedor. Hasta entonces el mundo entero usaba los dedos para comer.
Pero ¿qué comían los bizantinos?
Los menús consistían en unos entrantes a base de ajos verdes, garbanzos y habas cocidos y rehogados con aceite de oliva, sal y comino picados de forma muy fina. Eran muy aficionados a una especie de canapés, parecidos a los que tomamos actualmente, consistían en unas rodajitas de pan tostado sobre la que colocaban una fina lonchita de carne aderezada con especias.
Las ensaladas eran tradicionales en sus dietas. Lechuga, coles y espárragos se encontraban entre los ingredientes preferidos y los aliñaban con aceite de oliva, sal vinagre y laurel.
Fueron grandes maestros en la preparación de las carnes ya que eran grandes consumidores de esta. Su especialidad era la carne picada y empanada dándole un punto de aliño y de cocción idónea.
La carne preferida era: cordero, cabrito, lechón y conejo.
Las partes que consideraban exquisitas eran: las manos de cerdo, el hígado, los riñones, las ubres de cerda y las tripas.
También consumían mucho pescado sobretodo en las grandes celebraciones como las bodas. Lo solían comer: a la sal o hervido y aderezado con nardo y coriandro.
Hacían todo tipo de purés, pero casi siempre a base de legumbres y trigo aromatizado con miel, canela, nardo y vino. Ya conocían la pasta, había llegado hasta ellos a través de las rutas comerciales de Oriente cuando buscaban la forma de conseguir los preciados gusanos de seda.
Pero por si todo esto fuera poco en lo que verdaderamente destacaron fue en la elaboración de postres como: buñuelos de miel, confitura de membrillo, pasteles de nueces, mermeladas de pera, manzana, ciruela que iban acompañados de huevo hilado, hojaldre y yogur.
A la hora de preparar las comidas no escatimaban en gastos, me imagino que cada uno se adaptara a su presupuesto como en cualquier época de la historia, pero la comida era el capítulo más importante de sus vidas.
En los ambientes palaciegos, en algunos momentos, llegaron a contar con 1.000 cocineros trabajando de continuo en sus dependencias.
Cuando encontré este artículo me pareció muy curioso pero después de releerlo y extractarlo un poco me parece de lo más actual. Seguimos considerando la manduca de gran importancia y siempre haciendo cuentas para adaptarla al presupuesto de cada uno. Así que después de tantos años de historia llego a la conclusión de que no hemos inventado casi nada en nuestro caminar de cada día

sábado, 13 de noviembre de 2010

CURIOSIDADES: Mambrú se fue a la guerra




Recuerdo hace muchíiisimos años, cuando yo era pequeña, que salíamos a la calle a jugar, porque eso sí “la calle era nuestra”. Creo que sólo había un coche: el coche del médico que lo usaba para sus visitas a domicilio. Os podéis imaginar que estas visitas las hacia “DE PASCUAS A RAMOS” ya que nos curábamos gracias a las cataplasmas y demás remedios caseros, yo tenía a mi abuela María que no había mal que se le resistiera. Así que peligro, peligro no corríamos mucho cuando jugábamos. Nuestros juegos solían ser: la rayuela, la comba, el corro y no se cuantas cosas más.
Teniamos una canción que cantábamos con frecuencia ya que servia para muchos de estos juegos. La canción se llamaba “Mambrú se fue a la guerra" es una de las canciones infantiles más populares.
Pasaron los años y sentí curiosidad por saber el origen de esta canción que tantas veces habíamos cantado
El otro día ojeando un libro vine a dar con el origen de esta canción que había despertado mi curiosidad y como lo leí os lo cuento. Espero que os guste
Es de origen francés, fue compuesta por los soldados franceses en el Siglo XVIII para celebrar la supuesta muerte del militar inglés, John Churchill (1650-1722), duque de Marlborough, que había derrotado varias veces a los ejércitos franceses.
En la batalla de Malplaquet (1709) los franceses fueron nuevamente derrotados, pero llegaron a pensar, erróneamente, que el general Marlborough había muerto por lo que compusieron una canción burlesca que decía: "Marlborough s'en va-t-en guerre, Mironton, Mironton Mirontaine, ne sais quand reviendra" El tema dejó de cantarse hasta que en el palacio de Versalles una de las nodrizas del delfín francés la hizo popular al arrullar al niño con esta melodía que gustó mucho a los reyes Luis XVI y María Antonieta.
En España, por influencia de los Borbones, la canción se difundió rápidamente a finales del Siglo XVIII, sobre todo, entre las niñas que la cantaban mientras jugaban a la rayuela, a la comba o al corro. La pronunciación popular del difícil nombre Marlborough dio origen a la palabra Mambrú, con la que se tituló la canción.
Mambrú se fue a la guerra,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuando vendrá…

jueves, 4 de noviembre de 2010

Curiosidades: La historia del chocolate




Se lo dedico a mi amiga blogera, Mª Jesús, para que tome alguna que otra tacita y se recupere pronto.

Con la llegada de los conquistadores españoles al “Nuevo Mundo” nos llegaron muchos productos desconocidos hasta entonces en la vieja Europa, tales como la patata, tubérculo que nos costó aprender a consumir y que hoy es imprescindible en nuestra dieta, el tomate que tanto apreciamos, el chocolate y tantas otras sustancias que consideramos como propias, de siempre, de nuestro régimen alimenticio.
Se dice que el emperador azteca Moctezuma comía todos los días pescados frescos traídos de Veracruz, acarreado a pie por los esclavos, conforme a un sistema de relevos similar al de los “chaquis” peruanos, quienes, también según se decía, recorrían enormes distancias para que en la mesa del Inca no faltaran productos frescos del mar.
En aquella época, durante sus numerosas fiestas y eventos deportivos, o ritos de iniciación religiosa, comían carnes de pavos, palomas, iguanas y perros aztecas (una raza que se criaba en corrales). Cocinaban sus carnes a la brasa y muy sazonadas con sal y chiles. Por la mañana todos los hombres, servidos por sus mujeres, tomaban chocolate caliente con un trozo de chile. Durante el resto del día lo bebían frío. Los hombres llegaban del campo a primeras horas de la tarde y efectuaban su comida principal a base de tortillas de maíz, frijoles y chocolate. Tenían por costumbre lavarse las manos y la boca después de comer y tomar un baño diario que llamaban temascal. Esos hábitos de higiene no estaban por entonces muy difundidos en la cultura europea.
Si bien se dice que Hernán Cortés estuvo entre los primeros europeos que probaron el chocolate. Cristóbal Colón conoció antes el cacao, aunque no le prestó la debida atención. Se cuenta que el Almirante genovés, en 1502, durante su cuarto viaje al Nuevo Mundo, encontró cerca de la Isla de los Pinos una embarcación indígena de 25 remos, la más grande que había visto hasta entonces. Según la misma crónica se trataba de una nave maya, desde la que transbordaron a las carabelas de Colón telas, objetos de cobres y unas semillas que se utilizaban tanto para hacer una bebida, como monedas de cambio.
Debido a su valor religioso, los mayas preparaban brebajes de cacao para sacrificios y ritos iniciativos. Así la gran fiesta del cacao, dedicada al dios Chac, o Tlaloc, dios de la lluvia, se celebraba en los cacaoteros. Después de los sacrificios tomaban tchocolath - vino de cacao-, obteniendo una bebida fría, espumante, embriagadora de la cual estaba prohibidísimo beber más de tres jarras. También bebían chorote, una mezcla hecha con cacao, maíz y agua de lluvia.
Sobre el carácter afrodisíaco del chocolate, se creía que tenía poderes y que daba fuerza y vigor sobre quienes lo bebían; ya que estaba constituida por una mezcla de vino o puré fermentado, con el agregado de especias, pimentón y pimienta. Para ese entonces esta bebida era bastante amarga, pero al parecer muy enriquecedora en el campo del amor.

Bernal Díaz del Castillo cuenta en su historia verdadera de la Nueva España que durante un banquete que Moctezuma ofrecía a Hernán Cortés, el emperador azteca, a pesar de tener grandes variedades de las más selectas frutas, no comía sino muy pocas de cuando en cuando. Su preferencia era la infusión tan conocida por todos en aquel entonces, cierta bebida hecha con el mismo cacao servida en copas de oro fino. En esa ocasión traían cincuenta jarros grandes, hechos con buen cacao, con su espuma, y de aquello bebía. Decían que era para tener suficiente vigor para “cumplir” con sus mujeres.

Como el dólar, la peseta y la lira tienen un valor económico, en otras geografías y culturas, la sal y el cacao también sirvieron como monedas debido a su valor religioso.
Los comerciantes indígenas llevaban en su hotem –bolsa de cuero enlazada al cuerpo-, semillas de cacao que tenían un valor de moneda legal. Por ejemplo, en aquella época se podía comprar un conejo por ocho semillas de cacao.
Los primeros granos de cacao llegaron a España, por intermedio de un cura llamado Aguilar, junto con la receta para hacer chocolate. Al monasterio de Zaragoza, llegaron las primeras semillas. Por lo que fue posible fabricar por primera vez el chocolate en tierra europea.
En 1522, el franciscano Olmedo, según cuentan algunos historiadores, tuvo a cargo el primer envío de chocolate al Viejo Mundo. Francesco Carletti, quien había viajado por América, introdujo en Italia el chocolate en el año 1606. Las cafeterías existentes de Florencia y Venecia se encargaron de difundirlo. La aceptación del chocolate quedó manifestada por el propio Cardenal Richelieu, quien se convirtió en un verdadero adicto.
En 1679 el chocolate llega a Alemania. La producción de chocolate entra en su etapa industrial, gracias al adelanto tecnológico Germano. Sin embargo, no fueron los alemanes quienes lo desarrollaron, sino los suizos, los ingleses y los belgas.
El jurista y gastrónomo galo Anthelme Brillat-Savarin, escribió: “Si un hombre ha bebido con exceso de las fuentes del placer, si le ha robado horas al sueño trabajando demasiado, si su espíritu ya está cansado, si siente el aire húmedo, las horas lentas y la atmósfera demasiado pesada como para aguantarla; si está obsesionado con una idea fija que le quita la libertad de pensar; si es una de estas desgraciadas criaturas, digámosle que se tome una buena taza de chocolate perfumado, y le ocurrirán maravillas”.

jueves, 28 de octubre de 2010

CURIOSIDADES: Agustín Argüelles



Desde hace algún tiempo, con bastante frecuencia, oímos hablar del bicentenario de la primera Constitución, conocida como “La Pepa”. Salen nombres de personajes que influyeron en gran manera a que todos estos actos estén a punto de celebrarse al tiempo que hicieron cambiar los acontecimientos de esa primera mitad de siglo. Leyendo la prensa de uno de estos días, saltó un nombre que me llamó la atención. Me puse a buscar y encontré cosas muy interesantes sobre este personaje y que intento resumir, espero que lo más afortunadamente posible.
Agustín Argüelles Álvarez, nació en Ribadesella en 1776 y murió en la madrugada del 26 al 27 de marzo de 1844 en Madrid. Fue una de las más grandes personalidades de la política española en la primera mitad del siglo XIX, contribuyendo a dignificarla. Argüelles fue apodado” el Arístides” y “el Divino” por su «voz sonora, grandes dotes de improvisación, gran facilidad de palabra y variedad de conocimientos» (Javier Rodríguez Muñoz, historiador).
Segundón en una familia hidalga, estudió en la Universidad de Oviedo, donde se graduó en Cánones y Leyes. Su primer empleo fue el de secretario del obispo de Barcelona, el gijonés Pedro Díaz Valdés (1798), ocupación que dejó en 1800 para pasar a Madrid, donde primero consiguió una plaza en la Secretaría de Interpretación de Lenguas, y en 1805 la más lucrativa de oficial de la Convalidación de Vales Reales, cargo que le permitió entrar en contacto con el mundo político y diplomático. Se une a los patriotas en Sevilla, y se le nombra secretario de la Junta organizada para preparar la reunión de Cortes Constituyentes, presidida por Jovellanos, iniciando así una de las carreras políticas más brillantes de la primera mitad del XIX. Elegido diputado suplente por Asturias para las Cortes de Cádiz, defendió sus ideas liberales. Redactó y leyó ante las Cortes el Discurso preliminar del proyecto de Constitución, donde se defendía su elaboración y los principios políticos inspiradores de la misma. Tuvo un destacado protagonismo en la aprobación de la Constitución de 1812. Defendió con brillantez la libertad de imprenta, la supresión del Santo Oficio, la abolición del tormento, los señoríos y la esclavitud.
Pero finaliza la guerra de la Independencia y vuelve al trono el absolutista Fernando VII, quien le condenó a ocho años de prisión (15 de diciembre de 1814) por liberal, cumpliendo éste condena durante seis años en Ceuta y Alcudia (Mallorca).
La revolución de 1820 lo puso en libertad y lo elevó al cargo de Ministro de la Gobernación cargo que comportaba la presidencia del Gobierno en un gabinete llamado de «los presidiarios». A los tres meses de estar en el cargo, Argüelles es nombrado académico honorario de la Historia. En 1821, sin haberse cumplido el año de su llegada, Argüelles dimite, después de que Fernando VII, en el discurso del trono con motivo de la apertura de las Cortes, se queja de sus ministros liberales.
Tras sentirse desautorizado por el monarca, se retira de modo temporal a descansar en su región natal, Asturias. Vuelve a la escena política en 1822 como diputado por Oviedo para las Cortes, con planteamientos moderados. Sin embargo, cuando el ejército francés mandado por el duque de Angulema (los Cien Mil Hijos de San Luis) invade España en 1823 para devolver a Fernando VII sus poderes absolutos y derribar el orden constitucional vigente, Argüelles se suma al acuerdo radical de las Cortes (sesión de 11 de junio de 1823), a propuesta de Alcalá Galiano, de declarar incapaz al rey y nombrar una regencia. Al concluir la guerra con la victoria de las fuerzas invasoras francesas y la reacción, Argüelles tuvo que huir a Inglaterra, donde permaneció durante una larga década. Regresó a España tras la muerte de Fernando VII (1833), en 1834, gracias a la amnistía concedida por la reina María Cristina. Se pensó en él como candidato a la Regencia, que al fin se le confió a Espartero. Ese mismo año es elegido procurador por Asturias, militando en la facción más radical. Tomó parte activa en la política y participó en la redacción de la Constitución española de 1837, siendo elegido diputado en todas las legislaturas, salvo un pequeño paréntesis en 1843. En abril de 1841 fue nombrado presidente del Congreso, y entre 1841 y 1843 tutor de la reina Isabel II y de su hermana, ambas menores de edad, por decisión de las Cortes.
Desempeñó este cometido con singular honradez, sin percibir la remuneración fijada. Murió pobre igual que había vivido