
La tripulación del señor Cabrón obligó a los judíos a desembarcar en las costas argelinas, lanzados a las arenas de la playa como fardos si oponían resistencia. Al llegar a tierra estas desvalidas personas, para mayor desgracia, soportaron que los nativos se acercaran a ellas creyendo que llevaban riquezas, y les desvalijaron lo poco que les quedaba. Tras ello, unos murieron de inanición, otros de enfermedades, otros fueron vendidos como esclavos y los menos, difícilmente consiguieron refugiarse en "vaya a saber usted donde". La verdad, y esto es comentario de mi cosecha, es que les hicieron pagar con creces si alguna culpa tenían.
Fruto de esta “cabronada” fueron los acontecimientos que se produjeron en la margen izquierda del Guadalete en los últimos años del primer tercio del siglo XX. Muchos de estos judíos pensaron que pasando algún tiempo podrían volver a sus casas y enterraron lo que pudieron en las márgenes de algún río cercano o en las arenas de alguna playa. En 1929, el Marqués de Estela, General Primo de Rivera, consigue que canalicen el río con un profundo dragado. Meses después en la margen izquierda del río aparece una gran torta de arena que la marea dejaba al descubierto, esta torta estaba junto a la Virgen del Carmen, de allí empezaron a aflorar monedas y objetos de valor, que según parece pertenecieron a los judíos que navegaron con Pedro Hernández Cabrón hacia tierras argelinas. Por cierto que un afamado bodeguero de esta época siempre solía hallarse presente mientras que humildes portuenses rebuscaban entre el limo de las arenas y cuando alguno encontraba algo de valor, fundamentalmente monedas, él se las compraba. A veces surgía la picaresca y hubo quién le dio “gato por liebre” diciendo que había encontrado algo de valor que no era otra cosa que algún trasto viejo recubierto de fango.